OUR STORY:
In the early days of 2021, our lives took an unexpected turn. On New Year's Day, Joshua and I met, and our connection was instant. We started dating, and it felt like we had known each other forever, despite our differences.
After a month of spending time together and getting to know each other, Joshua shared some news that threw us for a loop. He was relocating to North Carolina for work. It was a tough pill to swallow, realizing we'd be separated by hundreds of miles. We weren't sure if it would work, but we decided to give it a shot.
For two years, we endured the long-distance relationship. We traveled back and forth, cherishing every moment together and dreading the goodbyes. We texted and Facetimed Daily, which made days when the internet went out so much harder and days when we got to see each other in person so much sweeter. Through those daily conversations we came to realize how much we genuinely enjoyed each other's company, perhaps a bit of a surprise for two fiercely independent individuals.
Our personalities were polar opposites, but we complemented each other perfectly. That's why we chose each other.
With each separation, the pain of being apart grew, and so did our determination to be together permanently. We decided we couldn't live without each other and chose to close the gap for good.
Joshua and I became partners in crime, embracing our differences and celebrating our shared love. Our journey taught us that love wasn't just about need; it was a conscious choice we made every day. In a world filled with uncertainty, we had found our constant: choosing each other, now and forever.
Español:
NUESTRA HISTORIA:
A principios de 2021, nuestras vidas dieron un giro inesperado. El día de Año Nuevo, Joshua y yo nos conocimos y nuestra conexión fue instantánea. Empezamos a salir y parecía que nos conocíamos desde siempre, a pesar de nuestras diferencias.
Después de un mes de pasar tiempo juntos y conocernos, Joshua compartió algunas noticias que nos dejaron perplejos. Se estaba mudando a Carolina del Norte por motivos de trabajo. Fue una píldora difícil de tragar, darme cuenta de que estaríamos separados por cientos de millas. No estábamos seguros de si funcionaría, pero decidimos intentarlo.
Durante dos años soportamos la relación a distancia. Viajábamos de un lado a otro, apreciando cada momento juntos y temiendo las despedidas. Nos enviábamos mensajes de texto y chateábamos por Facetime a diario, lo que hizo que los días en los que Internet se desconectaba fueran mucho más difíciles y los días en los que nos veíamos en persona, mucho más dulces. A través de esas conversaciones diarias nos dimos cuenta de cuánto disfrutábamos genuinamente de la compañía del otro, tal vez una pequeña sorpresa para dos personas ferozmente independientes.
Nuestras personalidades eran polos opuestos, pero nos complementábamos perfectamente. Por eso nos elegimos el uno al otro.
Con cada separación, el dolor de estar separados creció, al igual que nuestra determinación de estar juntos permanentemente. Decidimos que no podíamos vivir el uno sin el otro y decidimos cerrar la brecha para siempre.
Joshua y yo nos convertimos en cómplices, aceptando nuestras diferencias y celebrando nuestro amor compartido. Nuestro viaje nos enseñó que el amor no se trata sólo de necesidad; fue una elección consciente que hicimos todos los días. En un mundo lleno de incertidumbre, habíamos encontrado nuestra constante: elegirnos unos a otros, ahora y siempre.